Un señor entra en la gasolinera y pide cincuenta céntimos de gasolina.
La chica dice que no puede marcar una cantidad tan pequeña y consulta con el encargado. Cuchichean y el encargado entra a hablar por teléfono.
El señor se pone un poco nervioso y la
chica de la gasolinera le explica que hay que hacer una operación
muy sencilla para dispensar pequeñas cantidades y el encargado ha
ido a buscar la llave.
Hay un silencio tenso.
La chica comenta que hace un bonito día, que dan ganas de pasear
por ahí, que la vida es muy bonita, que siempre hay un motivo para
seguir adelante, que...El señor le interrumpe y le aclara que la moto se le ha quedado sin gasolina dos calles más abajo.
La chica se ríe. Tiene una risa
preciosa, el señor se ríe también y cree que es necesario aclarar
un ligero malentendido, pero la chica no le deja, sigue sonriendo y
hablando sin parar de lo bonito que es todo y las cosas, que se
arreglan cuando uno menos se lo espera.
El señor le dice que tiene la sonrisa
más bonita que ha visto en su vida, pero eso parece entristecer a la
chica.
Hay otro silencio.
Vuelve el encargado y le explica que
tiene sacar una manguera especial para servirle. Al
parecer, existe un protocolo especial para cantidades pequeñas y la
cosa va a tardar un poco porque hay algún problema que se va a
solucionar enseguida, le ofrece una copa de anís en un vaso de
plástico y un pedazo de turrón de la bandeja que hay sobre el
mostrador, para los clientes.
El señor no quiere anís, quiere
cincuenta céntimos de gasolina, se pone un poco nervioso y el
encargado vuelve a contarle la historia de la manguera, le pide un
poco de paciencia y vuelve a entrar al reservado.
La chica ha acabado de atender a los
clientes que querían cantidades mayores de combustible y vuelve a
sonreír, toca la mano del señor y le pregunta si de verdad no
quiere un poquito de anís, está en el mostrador para los clientes,
es navidad. Se le quiebra un poco la voz y señor se da cuenta.
Vuelve a explicar lo de la moto, esto es un malentendido.
Entra una pareja de la policía. Buenas
tardes. El señor explica otra vez lo de la moto y lo del
malentendido, el encargado observa desde el despacho y los policías
se ofrecen a acompañarlo a la moto o a su casa o a donde él quiera.
El señor se despide de la chica.
Adiós, bonita. Esta vez se le quiebra la voz a él, sólo un poco.
La chica le despide sin hablar, con la
mano levantada y la sonrisa, hasta que sale del establecimiento
flanqueado por los agentes.
Baja la mano.
1 comentario:
Me alegra tu intención de revitalizar este espacio. Interesante relato, de esos que te dejan pensando.
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