Yo miro a través de los visillos pero no lo identifico. Nunca lo había visto antes.
Pero es el.
Buscando un mejor ángulo acabo moviendo ligeramente el visillo y el me saluda con la cabeza. No hay duda.
El Hombre Que Me Odia esta en la acera de enfrente y no aparta la vista de mi ventana. Lleva toda la mañana sin pestañear. Cree que me hace sufrir.
Soy un hombre afortunado porque puedo pensar, de hecho llevo mucho tiempo pensando, preparándome para este momento.
El Hombre Que Me Odia se dispone a cruzar la calle, tira el cigarrillo sin dejar de mirar a la ventana y se dirige a la puerta. Ya no lo veo, pero no suena el timbre.
Lo oigo hurgar, sabe usar una ganzúa, sorpresa. Sube las escaleras sin dejar de odiarme y entra en la habitación como si estuviera en su casa.
Lleva una navaja, más sorpresa, esperaba revolver, pero no me asusta la muerte lenta.
Me mira, lo miro, nos miramos y digo lo que siempre supe que iba a decir:
- Era mucho dinero, no sabía el dolor que causaba al llevármelo. Se que no importa ya, pero lo siento.
Tú me matas, yo acabo y descanso mientras cargas con la muerte de un hombre tranquilo que lo siente, chúpate esa.
El Hombre Que Me Odia finge desconcierto y me señala con el cuchillo:
- No se de que me hablas, González, pero tu atropellaste a Herminia y su bebe y te diste a la fuga. Por eso vas a morir.
Me acuchilla repetidamente en el estomago, no me da tiempo a decir que yo no soy González, que no tengo coche ni he conducido jamás ninguno.
Lenta agonía mirando al techo. Agonizo repasando una y otra vez los hechos, y creo que moriré sin saber si me ha tocado un asesino inútil o un vengador eficaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario