queremos tanto a Julio (374 palabras)

Los que queremos tanto a Julio nos reconocemos cuando nos cruzamos pero nunca nos saludamos. Nunca perteneceríamos a ningún club.
Siempre coincidimos en todo lo que huele a Julio. Llegamos diez minutos antes y pasamos lista mentalmente, sin que se nos note. Siempre estamos todos, siempre con alguna nueva incorporación.
El cartel decía: CORTAZAR: CLAVES OCULTAS. Demasiado tonto para ser un falso reclamo. Y una foto de Julio fumando. Posiblemente información valiosa. Tal vez otra decepción. De una manera u otra no se podía faltar.
Fuimos todos. La conferencia se daba en la facultad de Ciencias, ningún estudiante, solo nosotros. Éramos tantos ya que sentí ganas de huir, pero todos estábamos igual, así que me quedé.
El hombre con acento argentino leyó la clásica biografía de las enciclopedias y describió un mundo paralelo agazapado en las cosas cotidianas y los cronopios y los famas, y el relato corto, tan valido como la novela...
No me gusta irme en mitad de una conferencia, pero ya estuve en el parvulario, necesitaba un café. Necesitaba salir.
Tonto de mí, pensé que era el único. Todos nos levantamos al mismo tiempo y atascamos inmediatamente la puerta de salida.
El señor no quería acabar la conferencia. “aún no he acabado” desestimando la precaria megafonía, nos perseguía gritando “se porque están aquí” “yo puedo llevaros al centro de la diana”
Al menos yo, salí de allí con el estomago revuelto. Recordé que había un bar a escasas cuadras.
Evidentemente, no solo yo, los que queremos tanto a Julio llenamos el bar vacío en menos de un minuto. Todos, con alguna nueva incorporación.
Todos pedimos lo mismo, todos nos miramos y nos sonreímos ante la atónita mirada del camarero, desbordado. Todos quisimos decirnos algo, pero todos nos callamos y encendimos un cigarro.
Y entra el señor de la conferencia fracasada y se pide una copa. Nos mira a todos pero nadie le devuelve la mirada.
Decidimos irnos. Intentamos escalonar la salida pero igual se atasca la puerta.
El conferenciante levanta la copa: “señores, denle la espalda a la verdadera realidad” “huyan hacia ninguna parte”
En ese momento quise volverme y pellizcarle la nariz con un gesto tierno, pero me contuve y me fui.
Hubiera sido un linchamiento.

2 comentarios:

jcllobell dijo...

Yo personalmente apuesto por la huida a ninguna parte....

El Bernar dijo...

ya somos dos. O más...