ERA en la prehistoria cuando todavía nadie tenia nombre y a el lo llamaban Aga.
Era el ruido que hacia cuando mezclaba hierbas y se tiraba todo el día vomitando. Aga, aga, aga…
En el poblado nadie se fiaba de el, siempre haciendo cosas no recomendables, no solo mezclar hierbas desconocidas; también golpear piedras hasta romperlas o subir a los arboles que no tenían comida.
Pero cuando salían del poblado a cazar o recolectar era diferente. Todos seguían a Aga. Sabia como se movían los animales y era el primero a probar los frutos, fueran del color que fueran.
Un día se encontraron una piedra muy grande en medio de la vereda. No se podía pasar. Muchos estaban a punto de dar la vuelta cuando Aga empezó a empujarla. La roca no se movía, y como si de una competición se tratara, todos empezaron a empujar sin resultado.
En uno de esos intentos, coincidió el empujón de dos y la piedra se movió un poco.
Aga empezó a gritar llamando la atención de los demás y consiguió coordinarlos al ruido de A-jum.
Aga gritaba aaa jum! Y todos empujaban al mismo tiempo. La piedra empezó a ceder y al final de la tarde la vereda estaba libre.
No se cazo ni recolecto ese día, pero celebraron lo de la piedra como una cosa heroica.
Desde entonces, cada vez que se encontraban con un obstáculo en el camino, se preguntaban unos a otros : Ajum? Ajum?
Y se respondían ; Ajum!
Con el ajum eran capaces de mover cosas que solos no podían.
Digamos que fue su primer verbo. Sin subjuntivo, por supuesto. Ajum era el nombre de una acción. La acción que se hace entre todos. Seguramente la palabra arrejuntar tiene esas raíces ancestrales.
Maga, la compañera de Aga, llamo Ajum a su hijo y enseño al retoño a ser el primero en acudir cuando alguien necesitaba ayuda.
Aga murió envenenado con unas bayas que tenían buena pinta, pero permaneció algún tiempo en la memoria del poblado. Sobre todo cuando alguien necesitaba ayuda y gritaba: Aaaa-jummmm y llegaba Ajum golpeándose el pecho con la mano derecha y dispuesto a romperse la espalda con cualquier obstáculo.
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