Entro
en el centro comercial. Compro algo que necesito, o algo que no necesito, o no
compro nada.
Pero
eso no importa.
Entro
en los aseos. Me lavo las manos. Tampoco importa.
El
secamanos de aire caliente tiene un fotosensor y funciona ininterrumpidamente
mientras las manos esten debajo.
Eso
si importa.
Siento
como se va formando la bola de aire caliente en la cuenca de mis manos.
Apreto
bien los dedos formando un cucharòn y comienzo a sentir la vida en el pequeño remolino.
Cosquillas, como si fuera un cachorrito
enroscado, calentito y pulsante entre mis manos.
Cuando estoy seguro empiezo a
abrir los dedos lentamente y la bola de aire crece.
Crece.
Crece.
Cada vez más potente,
independiente y siento el aire caliente en mi pecho. Es tan grande como un balón
de playa. Retrocedo medio paso para hacer espacio. Sigue creciendo y todavia
puedo controlarla, pero cuando el aire me infla los carrillos y me despeina
empiezo a dudar de mi capacidad. Y si sigue creciendo? Y si no puedo con ella?
Y si arrasa con todo? Pues claro que me asusto, siempre que llego a este
momento. Intento reducirla de tamaño para permanecer dentro de los limites,
pero me pongo nervioso.
En ese momento,
invariablemente, Mattia pone una mano en mi hombro. Retiro las manos y la bola
viva desaparece.
Mattia es el guardia de
seguridad. Alguien le ha avisado. Me llama por mi nombre. El sabe, y yo se que sabe.
Mattia esta cada vez mas
gordito, casi no le abrocha la chaqueta y no le quedan agujeros en el cinturón,
pero cuando saca pecho da sensación de autoridad, me escolta hacia la salida
sin aspavientos. No es la primera vez y no será la ultima. Camina delante de
mi.
Yo le susurro “he escrito un
cuento nuevo” y el me responde “bien, bien” y añade; “tienes que dejar de hacer
eso con el secamanos, en serio”
Es su trabajo, yo lo entiendo,
y se lo agradezco. Antes de llegar a las puertas automáticas pienso “Gracias
Mattia”. Lo pienso tan fuerte que casi puede oirse:
Gracias Mattia, por salvarme.
Por salvar el centro
comercial.
Por salvar el mundo.
1 comentario:
Está genial, Bernardino. Si ese camino que sigues te lleva a recodos como éste, síguelo, colega, síguelo.
Un abrazo.
Publicar un comentario